Dos imágenes tremendamente ilustrativas: las jirafas aristocráticas que fisgonean en la urbe a la persona y la secuoya que personalizan el resurgir del yo, para ilustrar el campo de visión que la experiencia le ha otorgado.
Como escenario, el mar, lugar de origen y de destino. La isla, el agua, la arena, los cristales..., todo ello con una amenaza de fondo: el hielo. Desde la formación de estalactitas hasta la de icebergs, pasando por las desiertas carreteras albinas.
A modo de excusas, historias paralelas: Lola, Sara..., otro grito a la tan ansiada libertad desde el más absoluto sufrimiento.
En definitiva, historia que cuenta el recuerdo alterado por la vivencia del momento ¿Se vive el recuerdo o se recuerda sin ni siquiera vivir?
Historias que se oye, unas veces suena al misterioso romper de las olas, otras a violines, arpas, clarinetes, organillos o flautas. Historia que se huele, unas veces a azahar, otras, las más, al penetrante olor a salitre.
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