viernes, 30 de julio de 2010

FILOSOFÍA & CIENCIA

Filosofía y ciencia poseen una vinculación fraternal que las obliga ha evolucionar conjuntamente, pero siendo así ¿Podríamos predecir la evolución científica filosóficamente? Probablemente, siendo eso lo que se intentará en este breve análisis y su repercusión el Hombre.

Según la “Dinámica de concepto” una teoría propia, el Hombre es resultado de la relación íntima entre “yo” y “persona”, la última corresponde al total del concepto que manejamos (concepto de casa, verde o sal) que forman una corriente conceptual dinámica alrededor del “yo”. El “yo” se encuentra en el centro de la dinámica de concepto y es un punto de atracción para la corriente conceptual, de ese punto parte la confusión dinámica creando brazos que nos recuerdan a los de una galaxia, donde el núcleo atractivo es el “yo” y los numerosos brazos son los conceptos en movimiento. Esa galaxia de concepto al igual que el “yo” tiene forma de fractal, con la diferencia que el “yo” tiene una gran similitud con la forma de un glóbulo rojo, no siendo elíptico. El “yo” es social y producto de las circunstancias fundamentándose en una relación entre verdad (Llámese Dios, ciencia o demás) e ideología, esta última es resultado del dogmatismo en cuanto a ideas primigenias regidas por el principio egoísta del hombre, por lo que si creo que los inmigrantes son indeseables, es porque no me benefician, ya sea por creer que me quitarán el trabajo o me robarán, ¿Se puede cambiar esa idea? No, lo único que se puede hacer es contrarrestarla con un desarrollo de concepto en la persona, por ejemplo, amplificando el concepto de inmigrante (harán que nuestra economía funcione mejor y aumente el bienestar).

Todo el concepto que asimilamos ha de ser afín a nuestro “yo”, fragmentando el concepto que recibimos y solo haciéndonos con el que corresponda a nuestra verdad e ideología, este fragmento de concepto se unirá a su homólogo cualitativo que ya teníamos en nuestra corriente conceptual. Por lo tanto, el mismo concepto será distinto en cada persona, lo que nos imposibilita alcanzar certezas.

He aquí la cuestión científica, vista desde una perspectiva filosófica. La realidad está totalmente gobernada por leyes naturales, no existe el azar ni lo desórdenes, todo está determinado y si aparenta ser un caos es porque en el sistema intervienen infinitas leyes causales y acontecimientos que escapan a nuestra concepción. La ciencia pretende alcanzar unas leyes que sean tomadas por verdades y que ocupen el lugar de Dios (Nietzsche), pero ¿cómo piensa conseguir la ciencia una ley total? Eso es imposible y si posee alguna ley que así se considere, es falsa, basamos esas teorías en conceptos que no son puros como los naturales, sino que están humanizados, no contienen la información total para enunciar una ley total. La biología tiene el “dogma de la biología molecular” en cuanto a los procesos del ADN, atreviéndose a llamarlo como si de un mandamiento se tratara, imposibilitando la refutación y tomándolo como invariable. Las matemáticas, ciencia “perfecta”, posee axiomas indemostrables, que han de tratarse como dogmas, que contienen cierto error aunque sea ínfimo, pero ¿despreciable? La respuesta es no, ya Edward Lorenz en su teoría del caos, había detectado sistemas caóticos dentro mismo de las matemáticas, al advertir que pequeñas variaciones iniciales generaban grandes cambios en el resultado, leyes como la de la inercia de Newton basadas en cálculos matemáticos, solo pueden dar valores aproximados y nunca exactos. Con esto, las aspiraciones de verdad de la ciencia se desmoronan.

En este punto la ciencia solo puede evolucionar por dos caminos, el primero de ellos se sustenta en que la ciencia seguirá enunciando leyes que refuten las anteriores infinitamente, siendo incapaz de alcanzar nunca la tan deseada verdad, el segundo camino y no menos despreciable es el del estancamiento de la ciencia en hechos que no pueda explicar con sus leyes y por más que la investigación trabaje en solucionarlas, no podrán ser explicadas. Ambas vías determinan la necesidad de una reestructuración de la ciencia y un cambio de vía.

La solución teórica es clara, pero difícil de alcanzar, todo reside en la destrucción del “yo” para ser capaces de asimilar el concepto natural y puro, donde se encuentra la información total para formular leyes totales. Si pudiésemos alcanzar y contener el conocimiento universal humanizado, lograríamos la máxima del principio egoísta, porque al convertirnos en hombres no dependientes del conocimiento de los demás, todo beneficio vendría de nuestros propios actos y no de otros. En este punto nuestro “yo” social carece de sentido, ahora nosotros mismos somos la verdad y no otro ente, por ello el “yo” empieza a descondensarse y desaparecer. Pero, ¿Cómo alcanzaremos la verdad si solo tenemos concepto humanizado y no natural? El “yo” ha desaparecido y no existe ya la fragmentación por afinidad, por lo que recibiremos el concepto puro y natural del exterior de la dinámica de concepto y será un concepto dominante que propiciará el que desechemos los falibles conceptos humanizados, pudiendo así conocer las numerosas leyes que rigen el cosmos.

Otra cuestión y no menos fundamental, es la del cómo conseguir el conocimiento universal, para ello tiene solución paradójicamente la ciencia, se plantea una fusión entre la capacidad biológica de nuestro cerebro y la infinita capacidad de las máquinas de archivar y procesar conceptos. Raymond Kurzweil pionero en la nanotecnología afirma que para la década del 2030 ya existirán nanobots que interactúen con nuestras neuronas, actualmente existen nanobots por su 5º generación para tratar el párkinson y que actúan como sustituto de las neuronas dañadas. Esta tecnología fusionará mente y máquina, podrá desconectar nuestros sensores biológicos creando una ciber-realidad, podremos tener acceso a todo el concepto de la red. Nuestra personalidad no es más que una estructuración del concepto, seguiremos siendo los mismos alcanzando cotas de comprensión inimaginables actualmente, seremos concepto puro, entenderemos todos los mecanismos naturales, el conocimiento de las ciencias crecerá exponencialmente.

Cuando nos hablamos de conductas deshumanizadas o inhumanas. ¿A qué nos estamos refiriendo? ¿A una pérdida de nociones humanas intrínsecas o a la adquisición de otras cualidades humanísticas más avanzadas? Todo lo humano que simbolizaba el principio egoísta (odio, celos, envidia…), desaparecerá con el “yo” y también la categoría de Hombre o Ser Humano, nos convertiremos en el TODO, las relaciones sociales evolucionarán dejando atrás la subordinación de individuos o las relaciones de interés, nuestra individualidad hará que explotemos formas de relación extrasensoriales basadas en peculiaridades vinculativas de nosotros como TODO, transformando nuestra totalidad conjunta en un ritmo cósmico continuo de dinámica conceptual.

Con este análisis intento demostrar la íntima unión entre el pensamiento filosófico y la ciencia, que en “La Dinámica de Concepto” cobra su máximo sentido.

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