jueves, 15 de julio de 2010

Cracas

Son tierras desprendidas de una sociedad continental. Sonidos del chocar de las semillas del guayabo contra las pieles secas de la calabaza. Faltarán horas para que amanezca, aunque sea tarde. El hibisco siempre puntual para abrirse y no será día hasta que el sol me susurre mi pequeñez, o serán las maracas. Terrenos pobres y las gentes agarradas a ellos, tienen miedo, no tienen más que un barco que se hunde. ¿Emigrar? ¿Para qué? Aún podemos respirar. ¡Mira los ritmos del ser! ¡Mira la nueva amante del amo! Parece que es involución, pero siempre hemos sido así, son ustedes los que cambian. Casitas blancas con puertas de colores, al fondo ropas viejas colgadas, los sostenes roidos, las bragas de las viejas del pueblo, camisetas de promoción con agujeros, todo ello a la vez tan grande, tan lleno. -¡Métase un vacilón!-gritan las pequeñas pulgas agitadas por notas, que se asemejan más a prostitutas llenas de sudor.
Las gentes se mezclan poco, tienen miedo de ser más de tres por relación, esas gentes me miran, otra vez, siempre hay alguien mirándome.
Chalanas en medio de la calle, les dan una capa de pintura, se ha de ocultar que son obsoletas, pero son bellas. La marea sube y entre eso y lo que se hunden las tierras, el agua me llega hasta las pantorrillas.
Tiempos de las cuatro estacas y esto es mío, pasaron. No hay que decir ya, que he sido vomitado por esas sombras dinámicas. ¿Dónde están los hombres? Semitravestidos, ellos matan a los que si lo hacen por convicción, matan en una rueca sin sentido e incluso, aquí tiene sentido social. ¿Cómo? Con botellas de cerveza isleña. Pero, ¿de qué está hecha esta sociedad? -¿Pero no lo sabes aún?- ¡Oye las maracas!
La amante del "Don" tiene un nuevo vestido y qué linda está, aunque el de su "Doña" es es más hermoso. Murmullos en una asociación decadente de casas, he de recordar que se les descorchan los muros. Muchos "sus" y las colecciones de mujeres se hacen cada vez más usuales. Si es que dónde no pasa nada, el día de hoy, ya es mañana, recordado antes de ayer. Gaviotas aturdidas por el brillo del oro, oro desgastado del que linternas intermitentes le indican a usted el camino del vicio.
Ahora los sistemas se desmoronan y no sé en quién confiar. ¿En esas amantes? Me siguen señalando e incluso se lo harían a usted por saber que lee esto, nunca se tiene que dar una segunda imagen más que la oficial. Islas que son vendidas por un puñado de coral a países extranjeros o vendidas por la ilusión de ser reconocidas.
Siempre es más fácil cayar.
-¡Silencio! No escucho la música-dijo la amante.
La maracas agitan el aire, el aire que aún nos queda, por lo menos, puedo respirar.

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