domingo, 25 de julio de 2010

Ivékovik

Sirven la cena, me encargo de rellenar las copas de vino, vino de gasolinera que queda ocultado por una bonita etiqueta. Mi padre Nikolay Vasiliev es un gran empresario de la fabricación de acordeones y pequeños instrumentos musicales, o eso es lo que pone en su ficha del ministerio. Nikolay era conocido en media Europa del este por el nombre de Clara, ¿su afición? La extremada delicadeza con la que extraía de todas las víctimas un mililitro de fascinante linfa, que a mi queridísimo hermano Alexey encantaba de dotarlo de las cualidades de la rica clara de huevo, deliciosa hecha en tortillas o simplemente cruda, con un poco de coñac. Mi familia muy normal que digamos, según la experiencia de personas normales, yo qué sé, de un tendero de la calle Shchepkina, no es, pero no es por no intentarlo, pagamos impuestos y ello alimenta a quienes nos han de apresar, si todavía en la masa de gases en la que estamos, eso se pueda hacer. La familia Vasiliev es fanfarrona, permisiva, liberal, pesada y las además, asesina; nos llaman perros, chuchos falderos de las grandes familias de Moscú, pero...hemos de vivir de alguna cosa.
-¿Desean café o té?-dice una azafata, al lápiz le falta punta, los colores de la primavera se apagan, la luz juega a hacerse la muerta. Kilómetros, cientos de miles de kilómetros, con sus tantas gotas de agua y la sed, la sed allí, cómo siempre. Palabras que escribo de una novela que refleja la realidad fingida o tal vez mi imaginación, ¿que más da? Aquello que es incierto, eso es la máxima expresión de libertad. Afilo el instrumento, me hundo en mi mundo de nuevo.
Alexey trajo el resto de la comida, hoy la familia se reunía y ante un hecho tan extraño, no fato de mentiras y algún que otro secreto, se había de invitar a reconocidos personajes de la penumbra moscovita; hoy cómo invitado especial, el señor Popov. Popov o Palmera como siempre lo suelo llamar, cincuentón de buena posición, abogado de profesión y con complejo de madamme. Qué buenas mujeres, Alexey gastaba servilletas y servilletas de papel masturbándose con esas gloriosas mujeres, litros de semen de dudosa calidad han corrido por ellas, y nunca mejor expresión. ¿A qué viene esto? Por la "Curva", techos descorchados, parqué rayado hasta quedar descubierto el corazón de la madera y un excelente pacharán, creo qué es una bebida española, cómo siempre desviándome del tema principal, de qué hablaba, cierto, del portentoso zoológico de mujeres que regentaba mi querida palmera, béstias de patas largas, tetas prominentes y según la publicidad, nunca por honrosas palabras mías, "coñitos" rasurados con mucha hambre, advertir que más de uno me ha dicho que puedes acabar con un "pinchito" de "hacérselo" mucho, y valga este juego de palabras.
¿Mi nombre? ¡Cierto! Aún no me he presentado, me llamo Ivékovik Vasiliev y seré su guía por este mundo de elucubración, es más, me suelen llamar señor Farmly. Retomando la no muy divertida narración, Palmera tenía un prostíbulo, puticlub o a las buenas un "Night Club", ahora mismo, sin que ustedes se hayan dado cuenta, estoy allí y os cuento, los hielos del mi copa se mueven al son del jazz de mi cabeza y no tanto por las bandas de música popular que tocan al fondo del local; me han mandado vigilar a mi queridísima madre, dueña y señora de todo lo que ha querido y a la vez, matriarca todopoderosa, ella comenta en una mesa al fondo, sí, al lado de la banda,sobre... un segundo que no veo bien sus labios, a sí, sobre unos documentos y... creo que he podido entender la palabra "libertad". En toda sociedad es vital la información, me ha pagado más de un capricho. ¿Pero bueno? ¿Esta forma de irse del hilo de la historia? Estábamos en la mesa, con todo el bullicio, con la familia, con todo el vicio, encima no, debajo de la mesa. Pies frotándose con otros tal marcaje de territorio, piernas abiertas y poca ropa interior, manos en sitios estratégicos y rublos correteando por todos sitios, ummmm, esto es mi querida Rusia. Sé que es una imagen estereotipada de la "típica" familia rusa, pero les ruego que esperen, por lo menos hasta que sean las 5 de la mañana y me habrán el metro para volver a casa. Piernas, patas, he de recordar que había señoritas de la Curva, y de entre esas piernas, una especie de la familia plantae y mi querida madre, era de esperar, amantes, novios, muchos calificativos ante algo que muchos permiten y otros maquinan en contra.
-Señores la comida está servida, diríjanse al vagón restaurante.- El pan de oro en las paredes. Ruido de apertura y la soledad de la familia. Tiempos mejoren repiten, de qué me sirven si no me permiten degustarlos. Pasillos de moqueta, más allá del bien y del mal, Nietzsche déjame caminar contigo.

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